En mi último viaje a Nueva York visité numerosas exposiciones y me sorprendí descubriendo nuevos artistas para mi lista de favoritos. Empecé paseando por la colección permanente del Guggenheim, que atesora joyas de Henri de Toulouse-Lautrec como Au salon, de Pablo Picasso como Le Moulin de la Galette, o la mayor colección del mundo de Kandinsky. Y en su itinerante disfruté con las obras de Alberto Burri, un gran experimentador con los materiales. Me quedé prendada con este italiano del siglo XX y su desarrollo de medios técnicos y formales de manera eminentemente matérica.
Otro museo imperdible de la capital del mundo es el MoMA. Allí volví a disfrutar del inagotable Picasso. Su faceta como escultor me cautivó: cartón, papel, metal, barro… Una prolífica vertiente muy poco conocida del gran artista.
Y en el Museo Whitney de Arte Americano me deparaba otra sorpresa: la obra de Archibald Motley, el modernista de la edad del Jazz que retrató la raza negra americana del siglo XX, sus lugares de reunión, sus costumbres, sus vívidas experiencias… En la colección permanente disfruté pasando entre Hoppers, O’Keeffes, Pollocks, Alders…
