De vuelta de la última edición del Salone del Mobile en Milán, hemos reflexionado en equipo sobre lo que a día de hoy significa asistir a estas ferias. Y coincidimos en que ya es muy raro encontrar sorpresas puesto que casi todas las propuestas son copias de copias. Es difícil descubrir novedades: el mármol y los dorados ya eran tendencia el año pasado. Y nos preguntamos: ¿dónde están los arquitectos y diseñadores que estaban aquí hace diez años? Aquellos japoneses o americanos que veía vestidos de riguroso monocromo (negro, gris) hace una década de ediciones del Salone en Milán. Mi sospecha es que la inspiración de los profesionales hoy está en otro lado. Las redes sociales, las revistas, el cine, los hoteles y restaurantes, las casas de los propios profesionales o la calle de cualquier ciudad del mundo sirven hoy de mayor inspiración que los stands de una feria.
El espíritu del Salone ha virado hoy hacia otro lado: además de las marcas de siempre, enseñando lo de siempre, se utiliza de escaparate para mostrar instalaciones de corte artístico (ya quisieran) que aportan poco al profesional. En mi opinión es la rebeldía del feísmo y el “antidiseño”, por muy modernas que se consideren algunas de estas instalaciones o sus creadores. En casi todas las épocas de crisis surgen este tipo de movimientos de negación, al mismo tiempo que se da un resurgir de los clásicos, fenómeno que sí despierta mi interés. Lo hemos visto en Milán con la instalación de Vitra en un palacio o lo viví de primera mano el año pasado con Boffi, cuando nos invitaron a los prescriptores a conocer el nuevo showroom de De Padova. Y las encuentro dos fórmulas válidas, dentro o fuera de la feria. Porque el verdadero buen diseño es el que perdura con los años y el feísmo no durará más de una temporada. La importancia de la armonía e integración en el espacio de objetos e iluminación, son las bases del diseño de verdad, que no son tomadas en cuenta por estos movimientos reaccionarios. Es cierto que la tendencia puede resultar interesante al espacio público, pero la vivienda ha de ceñirse al buen diseño, el que promueve el equilibrio entre formas, colores y texturas; precisamente lo contrario al feísmo, que se preocupa más de hacer destacar los objetos por sí solos en lugar de en relación a un todo espacial.
En conclusión, he visitado Milán sin sorprenderme por aquellos que sí se toman el diseño en serio, puesto que la vertiginosa velocidad con que hoy se comparte y transmite la información (y por ende se copia) lo hace muy difícil, y allí he encontrado propuestas feístas de mano de los que, en mi opinión, no se terminan de tomar el diseño en serio. Lo que me hace pensar que quizá ya no me haga falta volver y las ferias se han convertido en una opción prescindible para mí, los descubrimientos son casi anecdóticos. Lo que sí he comprobado es que la mayoría de las marcas interesantes las encuentro hoy en Instagram, en Pinterest, en revistas como RUM o AD (que efectivamente dan importancia al arte, ponen en valor a los clásicos y documentan muy bien las propuestas contemporáneas), en hoteles, en algunas tiendas, en mis viajes… Quizá en alguno de ellos vuelva a coincidir con aquellos profesionales de Este y Oeste que hace años no veo por Milán.