Una de las exposiciones más originales e interesantes que he visto en el inicio de esta temporada es «Estratos de memoria» de la artista madrileña Carmen M. Castañeda en la galería Chiquita Room. De una manera impecable, Carmen traslada técnicas de bordado de la alta costura que aprendió en París después de estudiar Bellas Artes, trabajando en torno a conceptos como la memoria y el paso del tiempo.
Carmen nunca dibuja ni crea patrones previos, se enfrenta al lienzo en blanco y con la aguja e hilo va dibujando. La repetición es la base de todo el trabajo: un proceso lento, laborioso y reiterado, que se convierte casi en un mantra y le hace alcanzar estados profundamente meditativos. Su herramienta principal de trabajo es el crochet de Lunéville, que hizo famosa la localidad francesa en el siglo XIX por sus exquisitos bordados con ornamentos como cuentas, perlas y lentejuelas. Ella la utiliza hoy en el contexto del arte contemporáneo y crea una metáfora sobre las horas transcurridas en la labor, sacando los materiales fuera de su contexto habitual. Es impresionante saber por ejemplo, que para la obra maestra de la exposición instalada para verse del derecho y del revés, la artista ha empleado 280 horas de trabajo, 191.760 perlas y más de 4 km metros de hilo de algodón.
En la investigación de materiales, la artista también crea sus propios abalorios, por ejemplo con pétalos de flores naturales que borda sobre tela de algodón o engarza al somier de su abuela, que regentaba una mercería en los años 70. Así, se ponen en relación (y contraste) el bordado tradicional, acostumbrado a la representación figurativa de flores, con el uso de pétalos naturales, preservados mediante una técnica de conservación, que hacen que su apariencia se mantenga fresca. En todas sus obras se revela el ritmo lento de las técnicas artesanales de bordado de alta costura, que sobre lienzo toman una hermosa dimensión contemplativa.