Arte

La cultura talayótica y Chillida.

11 septiembre 2024

Durante nuestras vacaciones en Menorca hemos reconectado con su cultura talayótica, repartida por toda la isla con 1.600 monumentos prehistóricos y declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO. Siempre nos impresiona volver a ver en directo los talayots, las taulas y navetas, por su esencia megalítica y por la belleza rotunda que encontramos en el poblado de Trepucó, la Naveta des Tudons, la Taula de Torralba d’en Salord y el sepulcro megalítico de Biniai Nou.

Sin sospecharlo, esta imagen primitiva de los yacimientos seguiría su estela hasta la siguiente visita que realizamos, en el Hauser & Wirth Menorca, en la Illa del Rei. Este espléndido centro de arte ha programado este verano la exposición ‘Chillida en Menorca’ que nos ha hecho descubrir, con ilusión, el vínculo del escultor, grabador y pensador vasco con la isla, y apreciar más de 60 esculturas y obras sobre papel fruto de esta relación.

Obras de Chillida pero, en este caso, a escala reducida a causa de condicionantes de la isla que, de forma indirecta, influenciaron en su arte. La normativa urbanística de Menorca le impidió crear un taller en la finca ‘Quatre Vents’ en Alcaufar, en la costa de Sant Lluís, donde la familia Chillida llegó en 1989. El artista se vio obligado a crear una versión reducida y au plein air, rodeado de muros de piedra seca y bajo una higuera. Estas limitaciones espaciales y técnicas del taller le obligaron a ajustarse a un formato más concentrado que expansivo y de ahí que sus piezas menorquinas tengan un carácter más íntimo y personal.

También apreciamos en ellas la influencia de la calma y la luz blanca de Menorca, que tanta paz aportaron a Chillida acostumbrado a la agitación del Mar Cantábrico frente al que vivía y trabajaba. En estas obras leemos también la impronta del paisaje menorquín, como los muros de piedra seca y sus tancas o puertas de madera de acebuche. Pero sobre todo, lo que es evidente es cómo influenciaron a Chillida las piedras milenarias y su disposición en las construcciones primitivas. Atraído por el carácter enigmático y ancestral de los talayots, las taulas y navetas, Chillida los versionó en algunos de sus trabajos en piedra de los años noventa.

Esta exposición, que se enmarca en el centenario del nacimiento de Chillida, ha sido reveladora para nosotros y una excelente ocasión para celebrar a este artista que admiramos por su maestría a la hora de interpretar la luz y el espacio, y por su enorme capacidad de experimentar con diferentes materiales -el hierro, la piedra, el alabastro, la arcilla…- hasta llegar a la máxima expresión de cada uno de ellos.

Por todo ello, ‘Eduardo Chillida. Escritos’ (Ed. La Fabrica) forma parte de la biblioteca de nuestro estudio, un libro dónde hablaba sobre como “el tiempo es uno de los actores de todo proceso” y de su placer por “experimentar el proceso que siguen las cosas para pasar de un estado a otro”. Un recopilatorio de reflexiones con las que nos sentimos plenamente identificados como por ejemplo: “El trabajo que hago está siempre impulsado por el deseo de conocer. He dicho en más de una ocasión que conozco la obra antes de hacerla, pero que al mismo tiempo no sé ni quiero saber en ese momento cómo va a ser”. Y otras de propias del gran ‘connaisseur’ que fue Chillida y que nos estimulan a seguir persiguiendo el conocimiento en todo lo que hacemos: “El artista sabe lo que hace, pero para que merezca la pena, debe saltar esa barrera y hacer lo que no sabe, y en ese momento está más allá del conocimiento”.