La Asociación de Artistas y Artesanos del FAD ha seleccionado para los Premios FAD de Arte 2021 la obra de nuestra compañera, interiorista y también artista, Aina Flores. La emoción es máxima puesto que el objetivo de estos premios es difundir nuevas expresiones de arte contemporáneo, haciendo especial énfasis en el reconocimiento del concepto, la técnica y el trabajo innovador de los materiales. Artistas de diferentes ámbitos buscan la intersección transdisciplinaria con nuevas propuestas creativas contemporáneas y para mí, sin duda, es en los terrenos entre disciplinas donde suelen pasar siempre las cosas más interesantes.
Es bonito ver cómo Aina, con su juventud, ha sabido expresar en su proyecto «Edades», mediante la fotografía y la costura, un cuerpo como lienzo. En ese lienzo en el que habita el ser que siente, reacciona y actúa, se deposita toda nuestra historia, siendo la piel su máxima expresión. Las piezas tejen las heridas del tiempo y proponen amar el cuerpo, no solo porque es imperfecto sino porque nos permite vivir y aprender de cada etapa del ciclo vital. Ella y yo estamos claramente en fases distintas y celebro con alegría este encuentro intergeneracional, que ahora plasma el nacer, crecer, madurar y envejecer como la naturaleza misma. De manera hermosa, Aina establece un diálogo entre el cuerpo, las formas y las texturas de la naturaleza: una conexión íntima con la piel que vive y muere.
Otras dos de las propuestas seleccionadas interesantes y más exquisitas son el trabajo de la artista visual y joyera, Teresa Estapé, que con la instalación «15 gramos de plata y 4 de oro» recoge los restos de oro y plata que se generan al trabajar en joyería y que normalmente se reutilizan fundiéndolos otra vez para hacer una nueva pieza. Su punto de partida radica en rescatar esos restos y crear composiciones sobre la pared semejantes a posibles joyas, pero sin ser portables. El hecho de que sean rescatados a modo de objet trouvé, pone el énfasis en la posibilidad de “no hacer” dentro de la lógica capitalista de consumo infinito.
Además, Carmen Castañeda utiliza las técnicas de bordado a mano de alta costura como base de su lenguaje artístico, en el estudio de la materia negra mínima. Un paisaje abstracto se construye por medio de la repetición de un mismo gesto bordado con ‘crochet de Lunéville’, en sus diferentes tiempos. La memoria del movimiento “vermicelle” -en s- se desarrolla superponiendo las diferentes capas de material bordado y cobra presencia frente al lienzo, que interviene hasta sus límites con perlas, lentejuelas e hilo de algodón sobre organza de seda.
