La cultura y educación japonesas están basadas en el detalle y la máxima depuración. El orden, la limpieza y las buenas maneras de los japoneses me llamaron especialmente la atención en mi último viaje, en que tuve la suerte de visitar algunos de los edificios más interesantes del país. En Tokio sobre todo, además de interesantes propuestas de arquitectos nacionales, hay una importante representación de profesionales internacionales y de renombre mundial pero hoy listaré algunos de los edificios nipones 100% que más me sedujeron.
Haciendo un recorrido que va de los contemporáneos a los de tradición imperial, empiezo la ruta por una obra especial de Kengo Kuma en la capital. Se trata de la tienda para la pastelería Sunny Hills, cuyo edificio evoca un cesto de bambú, de carácter ligero y muy sutil que refleja la cuidadosa preparación del los dulces en el país. Del mismo arquitecto es especialmente interesante el Museo Nezu, al que él mismo se refiere con la intención de haber querido encontrar para el edificio el vínculo más natural con su entorno. Sus sombras se enlazan al suelo, le dan comodidad a la arquitectura y calidez a la ciudad. Otro de mis favoritos japoneses es Nendo, el estudio que dirige el prolífico diseñador japonés Oki Sato. Chocolatexture, su fantástica intervención en la edición 2015 de Maison & Objet me cautivó y le sirvió el galardón del Diseñador del Año. No hay duda de que la pastelería japonesa, su diseño y traslado a otras disciplinas, ha influenciado a todo el mundo. Y otro autor japonés que recomiendo, vinculado también al culto gastronómico, es Ori Higashiya. Visitar su restaurante es uno de los imperdibles en Tokyo.
En Kioto, sin embargo, el ambiente que se respira sirve para trasladarte inmediatamente a la época imperial de tradición nipona. Los templos y casitas de té salpican toda la ciudad y para aprovechar la experiencia, lo más interesante es alojarse en una casa tradicional o ryokan. Un lujo austero protagoniza las construcciones legendarias del lugar. La sencillez de proporciones perfectas confieren una armonía visual en la que podrías vivir para siempre. Y esta «casi obsesión» por las cosas bien hechas está en el ADN de todas sus construcciones: el Castillo Nijo-jo, el templo budista Sanjūsangen-dō, así como el Pabellón dorado o Kinkakuji. Este ambiente sagrado destaca también por la importancia del agua en el paisajismo y jardines. El equilibrio, la sutilidad y delicadeza se respiran con discreción. Porque bien cierto es que los sitios más interesantes siempre están detrás de una cortina.
